Guión

SOMBRA DE LA NOCHE

Va a ser una película dura, eh?

Perdón?

Que va a ser una película dura.

Queda poco… de que… ya no es… ya es una… no es una muerte hipotética… lejana. No me horroriza la muerte, me horroriza el Alzheimer, por ejemplo.

Me horroriza la posibilidad de seguir vivo, sin recordar nada, sin reconocer a la gente que he querido..sin…eso es lo que me parece infinitamente más terrible.

No, no me interesa. Yo creo que el amor es más importante que la historia.

Tenemos la expectativa…yo creo que ni siquiera intelectual, la expectativa anímica de formar parte de todo, muchísimo…rico e irrepetible e irreiterable.

Este hombre que se va, pensando que va a volver en algún momento de otra forma, no?

Pues,…lo esperamos pronto…

Esperemos.

Yo me muero rodeado de gente a la que quiero y que me quiere y…y esto es fenomenal, vamos,…esto es el aprovechamiento de una vida,…el resultado de una vida bastante, bastante buena, por lo que parece, creo….yo.

Tú qué crees?

No, que estamos grabando también, por eso.

Ahí se está filmando ya….bueno.

Medir mi nivel de azúcar…cosa que hago todos los días, a las siete de la mañana, antes de empezar mi día, me pincho…y ya está.

Doscientos veintitrés.

Tengo el azúcar muy alta.

Son las cosas de la edad. Tengo sesenta y cuatro años, voy a cumplir sesenta y cinco y estoy enfermo, tengo un cáncer.

Me estoy preparando para ir a trabajar… como todos los días.

Ahora trabajo, me levanto a las siete de la mañana.

Nunca lo había hecho…nunca lo había hecho…salvo cuando era muy jovencito.

No me quejo, tengo un buen empleo.

Trabajo en política….que es una de mis pasiones….una de mis dos pasiones…la otra es la literatura.

El otro día, a raíz de comenzar esta filmación con mi afeitado…mi yerno, el marido de Aitana, dijo…”de qué manera rara se afeita tu papá”.

Y yo pensé exactamente cómo yo había aprendido a afeitarme…

Yo me acuerdo muy bien de mi papá, pantalón de pijama y desnudo el torso, afeitándose y yo, conversando con él, apoyado en el lavamanos.

Yo hago exactamente lo mismo que hacía mi padre.

“El gesto”…

Claro….claro…yo tengo gestos de mi padre.

Vamos a preparar el café.

Café rápido.

Cargado el café?

“Si, por favor…no,…como usted”.

Te lo pongo normal, porque yo le pongo muy poquito.

Leche hay en la nevera, fresca…dejame pasar que …

Voy a tomar las primeras siete pastillas del día.

Por ejemplo, durante cincuenta años, a esta altura, estaría en el tercero, cuarto cigarrillo.

Esto no es un cigarrillo.

Esto es un engañifa, es una imitación… que me ayuda a pasar el día.

Me ayuda a pasar el día… me consuela… me entretiene…

Pero no es la nicotina el asunto…eso es lo que suele creer la gente.

Pero no, no es la nicotina…es el gesto, es la costumbre, es el hacer siempre, siempre, siempre, lo mismo.

Tan siempre, que hasta se encuentra placer en el asunto.

Yo ahora lo he dejado…tenía que dejarlo.

El tabaco “sombra de la noche” tenía que dejarlo.

Pertenece el tabaco a una familia de plantas que se llaman así… “sombra de la noche”…las Solanáceas… ¿raro no?… tomate, la berenjena …el tabaco.

Ha sido la sombra de la noche en mi vida y sigo amando el tabaco….sigo amando el tabaco.

Sé que castigado no voy a ser….sé que castigado no voy a ser.

Por otro lado, no sé muy bien cuál es el premio…en todo caso si hay un premio, es la supervivencia misma, ¿no?…la vida después de la muerte.

Hecho de menos escribir más, pero no me angustia, no me angustia.

En cambio, cuando me siento a escribir, hecho de menos el cigarrillo….hecho de menos el cigarrillo…¿ porqué?…porque a los dieciséis años yo entré a trabajar en el diario Noticias Gráficas, de Buenos Aires, en los últimos dos meses de vida de ese periódico…y me sentaron delante de una de esas Olivetti enormes, antiguas…

Vamos, por favor, a Opera…a la Plaza de la Opera.

Y me cargaron un sueltito sobre la publicación de un libro, de uno de los periodistas del diario, que después fui amigo…y tal.

Y en ese momento que me senté ahí, encendí un cigarrillo…encendí un cigarrillo antes de ponerme a escribir.

Y eso es lo que he hecho toda mi vida.

Entonces hay una gestualidad asociada al hecho de escribir que en un momento dado lo elimino.

Si uno vive la vida conscientemente sí, claro…claro…la vida nos prepara para todo.

La vida te trae un aprendizaje también respecto del paso del tiempo, porque mi muerte, sea como sea, es para mí la peor de las muertes posibles.

Es decir, no por la dosis mayor o menor de sufrimiento, sino por la muerte en sí.

Nadie quiere morirse. Uno puede decidir morirse cuando entiende que su vida es indigna.

Uno toma una decisión, pero no es una decisión feliz, claro.

Nadie va a decir que eso es feliz.

Eso es posible, como acto de la voluntad es posible, es realizable.

Lo feliz, en todo caso, yo pienso en la muerte de mi padre, ¿no?

Mi padre se sentó a comer y se quedó muerto….se cayó sobre la mesa….un infarto masivo.

No se enteró…no se enteró.

Eso es una muerte feliz.

Un tránsito…no es más que eso….es un tránsito.

Un sentimiento de… tránsito.

Qué dúo…joder…

“Chau, querido…cuídese mucho”.

Y bueno, fumar, fumar, fumar… fumar, …el tabaco es …la falta de tabaco es tremenda, ¿no?…porque es muy difícil, la persona con cincuenta años de hábito…porque la mayor parte del tiempo si, sí lo hecho de menos…lo hecho de menos.

Y yo también tenía cuarenta la semana pasada.

Y cuando yo digo que me queda muy poco…me queda muy poco, realmente, ¿eh?

Porque me queda un período de vida que para mí va a pasar con una fugacidad que realmente asusta, ¿no?…que realmente asusta.

Va a pasar muy, muy rápido, muy rápido.

Tengo muy poquito tiempo.

“Sé quien puede salvarte, y darte una mejor vida.”

“Dios le bendiga y la paz de Jesús con todos”.

Yo envidio al que cree.

Me encantaría creer.

Me parece que creer da una libertad interior extraordinaria, realmente.

Que las tomas de decisiones en la propia vida tienen que ser mucho más satisfactorias, mucho mejor orientadas.

Pero no he sido nunca un hombre de fe.

En cambio sí, he aceptado la premisa de Pascal, que es la de “vivir como si hubiese sido”.

Realmente, uno es contado ¿no?,.. uno es contado.

Ya no tiene la oportunidad de contarse para que los otros vivan de ese relato.

Van a ser los otros los que compongan un relato nuevo.

Con un pasado del cual no hay más que lo que yo deje como memoria escrita y no otra cosa y algún testimonio.

Que los mejores callos de Madrid se hacen aquí.

Me gusta la comida de cuchara….los potajes, las judías, los estofados, los guisos…

Hola, buenas noches.

“Una baguetita calentita recién hecha?” Venga, si, si, claro.

“Elija la que le guste, venga, a elegir.” No, no, es verdad, es verdad, si este hombre dice que es recién hecha, es recién hecha…no, no…

No tengo arrepentimientos, ni carencias.

Tal vez me hubiera gustado tener una formación científica más amplia.

Me volqué, tal vez, excesivamente a lo humanístico, pero aún así, eso es como un….bueno, dejé de jugar a esto y he jugado a esto otro.

Y eso otro, creo que lo he jugado bien y dejo una obra consistente.

No me arrepiento de otros, de otros aspectos de mi vida.

No me arrepiento, ni siquiera, de los errores políticos, porque es de los errores políticos de donde se aprende, ¿ no?

No, si la [¿?] no fue mi error, fue un error generacional, en todo caso, en la Argentina de aquella época.

Uno se pregunta después, cuando ya está en el exilio y empieza a echar de menos, empieza a extrañar ciertas cosas de la vida cotidiana en el Buenos Aires que se ha quedado atrás ya definitivamente.

Por supuesto el exilio es una muerte… es una muerte y es un renacimiento también.

La mayor parte de las muertes simbólicas son en realidad renacimientos.

La muerte real no da lugar….

A partir de ese momento de muerte, aparece una persona etérea que es nada más que sus palabras impresas, es sus hijos, es las lecciones que ha dejado en sus hijos, en sus amigos y todo eso lo recrea, recrea otro, distinto del que estuvo vivo.

Es una suma de experiencias particulares ese nuevo…ese nuevo creado en ausencia ya.

Tal vez eso sea una forma de renacimiento.

Porque finalmente el que queda, el que queda después, después de la muerte, ese que queda en la cabeza de los demás, en el alma de los demás, en el cariño de los demás, en la lectura de los demás, ese es alguien absolutamente distinto, no es el renacimiento del finado, es el nacimiento de otro, de otro, el histórico, el que ya pertenece al pasado y del que se recibe en esa medida.

Yo entré en el hospital mal, muy mal y lo primero que me dijo la doctora que me atendió en urgencias fue “no te tiene que doler nada, si te duele algo dímelo, porque lo vamos a evitar.”

Y así fue toda y es…

Sexta, ¿no?

Si.

Gracias, adiós.

Hasta luego.

“Tiene que firmar el consentimiento que va a dejar de fumar…..”

Si.

“… y no le tenemos que dar de beber…”

Empecé a reorganizar muchas cosas, a volver a contar de vuelta mi vida…

Y entre otras revalorizaciones que hice, gracias a una amiga psicoanalista, a la que le contesto…

Una foto de mi abuelo…

Mi abuelo era un personaje….murió siendo yo niño…

Tengo de él recuerdos muy amplios, pero es, nada más, ni nada menos, que el que me puso nombre.

Bueno, este soy yo.

Yo te cuento, yo te voy contando…

Esta foto es impresionante.

Este es mi bisabuelo, Don Manuel Pose.

Este es César Arias, primo de mi papá.

César Arias Vázquez, como se supone, como se diría antes.

Su madre, Maruja, era prima hermana de mi papá.

Tío abuelo, José María, mi papá.

Este es el restaurante de mi papá en Mar del Plata.

Se llamaba Monique y se hacía comida alemana…clientes…

Este soy yo, evidentemente, en la misma época en la que me comí el cigarrillo..

Este soy yo, un poco más tarde, con este señor que era el vigía del faro de Mar del Plata, a quien yo llamaba “el marinero largo”.

No se me ocurría que era alto, sino largo.

Mil nueve cincuenta y cuatro, ya tenía siete años aquí, iba a cumplir siete años.

Bueno, este soy yo muchas veces.

Son fotos bastante buenas que hizo en su día Daniel Lax…qué barbaridad…

La chaqueta me duró hasta el año pasado, la corbata la sigo usando, la camisa también.

Esta es mi abuela, mi mamá, yo, mi papá, mis hijas pequeñitas…guapas, muy guapas.

Esto es a finales del noventa y siete y yo puedo explicar porqué puedo fechar esto.

Porque hasta esa época, hasta que salió el libro, yo usé botines…y aquí aparezco ya con zapatos… es el momento de la transición.

Me sentía muy cómodo con los zapatos, ¿eh?…

Me parecía que se me iban a salir.

Y esta es Ilda.

Ya sé que hay una diferencia de edad, pero no estaba mal.

Sesenta y cinco, o sea que yo tenía dieciocho años.

Hay tres tipos en este mundo que se dedican a fotografiar escritores.

Uno es Giovanetti, otro es Daniel Borzinsky y otro es Rui Souza.

Los tres me fotografiaron.

No sé quién es ese bebé.

Joder! Mirá esta foto…el hombre que me salvó la vida, ¿eh?

Este…el hombre que me hizo salir de Argentina.

Creo que es mi peor momento físico en la historia.

Este soy yo cuando Churchill me eligió para el almirantazgo….porque me parecía a él, me eligió.

Son los mismos compañeros, pero en otro año.

Y yo ya llevo pantalón largo, es el año siguiente.

Estas son todas fotos de Giovanetti.

Me ves aquí con sombrero.

Esto es lo que quiero. Un sombrero así, quiero, exactamente así.

Oh! mirá qué atletas.

Vázquez y Vázquez, padre e hijo.

Estos son: mi papá, mi mamá y yo, en el único momento eufórico que debe haber existido a lo largo de cien años.

Estamos contentos los tres…no se puede creer.

Esto sí que es un documento único, porque esto no debe haber ocurrido nunca más.

Haber hecho una vida de hombre de bien.

Creo que no hay nada después.

No pienso mucho en el momento mismo de la muerte, no.

Mi tatarabuelo, Lema, José Lema, murió en la gripe del dieciocho.

Pasaba los noventa años, ya.

Esto fue en Betanzos y lo acompañaba mi abuela.

Y un día le dijo, “papá viejo, quiere un caldito”…y él le dijo “no, minha filha, no ves que estoy morrendo”.

Esto no le ocasionaba dolor…no, no quería, que ya está que yo estoy en el final, ¿no?

Y creo que eso me marcó mucho.

Creo que esta historia me marcó mucho, muchísimo.

Si no se aprende a vivir, se aprende a morir.

Cuando llegamos al momento en que se supone que uno tiene que saber vivir, porque ha aprendido, porque ha hecho la experiencia, en realidad ya se va a morir.

Se aprende, se aprende a morir.

Es un proceso mental, es un proceso biológico también, un proceso hormonal, un agotamiento de lo hormonal.

Nos serena mucho frente a la vida.

Aquel tiempo de Buenos Aires del lopezreguismo y de la dictadura que siguió y en el que a mí me tocó una partecita mínima de militancia armada…

Y en realidad, uno no tenía miedo a la muerte, tenía miedo a la tortura.

Es decir, de hecho, yo llevaba un revólver siempre, un treinta y dos que tenía, lo llevaba constantemente…

Porque la expectativa no era defenderse, no te podías defender, porque si llegaba alguien eran siete tipos, ¿no?

Pero podías tirar, para que te tiraran.

Podías tirar para que te mataran, para obligarlos a que te mataran y no te pasaran por la tortura, evidentemente.

Es decir, el gran miedo no era la muerte, era la tortura.

La muerte estaba ahí, como una posibilidad.

Uno no da por una causa la vida, como suele decirse, dio la vida por la causa, no, no, dio la muerte, dio su muerte por la causa.

Es decir, la vida es, si se quiere entregar a algo, es una vida prolongada, metódica, es como la de Einstein y la de Tomás Mann.

Ahí se da la vida a una obra.

El miedo de la humanidad es el miedo a morir.

Y el miedo individual, es el miedo a la muerte, al momento mismo del óbito.

Por eso es tan difícil suicidarse, claro.

Prefiero quitarme yo del medio antes de caer en la miseria, de caer en el descontrol, de mearme encima…en no poder tener las riendas más elementales de mi vida en mis manos.

Es una decisión personal, en la cual no tiene porqué intervenir, ni la familia, ni el estado.

Es una forma de morir.

Es una forma de morir, pero es una forma de morir para renacer.

Si se puede salir de la depresión, se renace.

A veces no se puede.

Felizmente encontré, encontré comprensión en este sentido.

Tengo una relación muy abierta con el médico, con el doctor Martín, que me informa de todas las cosas, todo lo que va pasando.

No nos vemos, no hablamos solo cuando voy a la visita cada tres semanas, sino que hablamos por teléfono, le voy contando síntomas, cosas, él las va recogiendo, me va dando indicaciones que tengo que hacer, que tengo que tomar, evitar dolor, evitar molestias muy tremendas como son las consecuencias a la quimioterapia, que es un tratamiento muy duro, que te altera todo el cuerpo, que te deja anémico, que te deja apaleado, realmente, ¿no?

Yo puedo ahora dormir doce horas, catorce horas seguidas sin ningún problema, vamos, estoy realmente muy, muy agotado, muy, muy agotado.

Pero claro, con este tremendo respaldo de un hombre honesto al otro lado de la línea, que sabe decirte las cosas.

Hay un bolero muy conocido que dice …”si tú me dices ven, lo dejo todo”…

Es un verso de Amado Nervo.

Y claro, es un poema dirigido a Cristo.

Si tú me dices ven, lo dejo todo.

Es un, es un poema sobre de la vocación.

No está mal, además…se puede necesitar, yo creo que se puede necesitar tener ese auxilio, tener una manera de confortar ese último momento, ¿no?

Yo no lo veo necesario para mí.

No me veo en esa tónica, para nada me veo…de pedir que me asista un desconocido que por otra parte, ni siquiera tengo la garantía de que sea un creyente.

En el hospital, en el peor momento que tuve, que fue cuando me drenaron la sangre que había ocupado el lugar del pulmón y yo estaba emocionalmente muy frágil, muy frágil, pedí que me visitara un psiquiatra y efectivamente me visitó un psiquiatra estupendo, en el hospital y me medicó.

Yo estoy tomando una droga, que yo llamo “indiferentol”, porque en realidad produce un alto nivel de indiferencia.

Uno deja de ver muy graves las cosas muy graves…y también se pierden las grandes alegrías…tampoco se entra en el goce eufórico.

De modo que no estoy en el cien por ciento.

Intelectualmente, es posible que sí.

Emocionalmente, no estoy al cien por ciento.

Y esto está muy bien…quiero decir, esto me evita una dosis muy grande de dolor.

Me permite considerar todo esto con…. racionalmente, racionalmente.

Me permite contemplarlo con una cierta distancia.

Porque estoy, como se decía en los testamentos formales, en pleno uso de mis facultades mentales, estoy hablando de todo de esto.

Y me parece que es importante, me parece que es importante, un legado importante.

Estamos ahí!…estamos, estamos…

Estamos aquí.

Qué bárbaro.

Qué tal, maestro?

Bien, muy bien, muy bien, divirtiéndome contigo en las apacibles, en las apacibles noches de acá, de Virginia.

Cómo andás de salud?

Bien, bien, querido, muy bien, muy bien…

La verdad que yo no esperaba tanto, pero lo que es cierto es que se redujo a una cuarta parte el tumor, con el tratamiento y eso es muy bueno, vamos.

Si se encapsula, puedo vivir unos cuántos años más, todavía.

Si es con un cáncer que se hace, se convierte en enfermedad crónica.

Pasa de enfermedad aguda, a crónica, porque eso es lo que se busca.

Vos sabes que yo te quería comentar que en alguna ocasión lo fui a visitar al hospital en Baden Bayern, en Alemania, a Osvaldo Bayer que se estaba muriendo de un cáncer.

Si, si, si yo supe eso, si.

E incluso tuvo problemas con Maggie, con su mujer, porque ella no quiso estar presente.

Pues yo le dije, bueno, Osvaldo, vamos a tener que hablar claramente para que dejes un testimonio, todo esto en cine, porque no había videos…

Si…

Bah, teníamos video nosotros y le hicimos un último testa alegato para la humanidad.

Esto fue hace veinte años.

Ah, está muy bien, está muy bien.

O sea que yo tengo la fama de curar cáncer.

Está muy bien, está muy bien eso.

Soy como Leo Dan.

Qué cosa, mirá de quién te acordás.

Te juro que no pienso en esos tipos nunca.

Vos te acordás de eso?

Si, si.

Le metía la mano santa…metía las manos en el cuerpo de la gente, le sacaba el tumor, qué hijo de puta…

Y si.

No hay nadie que nos invente una parte de la vida.

Yo, por ejemplo, creo que hay mil cosas cosas, por ejemplo en mi infancia, que yo cuento, pero no recuerdo.

Es decir, que me han sido trasmitidas, que me han sido contadas y yo he reelaborado para contarlas a su vez.

Es decir, hablábamos de un caso que tiene que ver con mi relación con el tabaco.

Yo tengo una foto tomada en Mar del Plata, a los ocho meses, en la playa de Mar del Plata.

Bueno, ese día yo me comí un cigarrillo.

Me comí una colilla que había en la playa, cosa que se supo después cuando fuimos al hospital y lo vomité, claro…yo no sabía qué me pasaba, me puse muy enfermo.

Yo, naturalmente, no recuerdo esto.

Sí, esto es algo que me contó mi vieja después, años después.

Pero lo cuento, lo cuento casi como si lo hubiera vivido.

También lo viví, pero no forma parte de mi memoria.

Qué lindo…

Tengo la casa llena de críos, me encanta.

Qué suerte, qué suerte tenés.

Yo tengo a mis hijas y ya son grandes.

Qué es lo que te da placer en este momento?

La lectura, sobre todo…es lo que más hago…leo…leo…leo mucho… leo mucho.

Claro, es una lectura, en cierto sentido infructuosa, porque ya no va a producir, es muy difícil que yo escriba otro libro, tal vez una novela sí, pero no, no.

Que me ponga a trabajar en algún estudio sistemático no, ya no.…. me sirve porque me gusta, porque estoy en un tema que…

Poné el dedo en la cámara así y nos tocamos.

Sí, es verdad si, ahí está.

Logging off, from the channel of Virginia, Eduardo Montes Bradley.

Y yo creo que uno la ve, no?… una la ve venir.

Este momento, por ejemplo, es el momento del sombrero en mi vida…es el momento del sombrero porque me he quedado pelado, no?

Pierdo el pelo, una cosa muy extraña y lo extraño es en la forma en que se pierde el pelo.

Yo ignoraba que era un proceso doloroso….duele, la pérdida del pelo duele….duele como un herpes…. es una sensibilidad nerviosa en la piel.

Y es como si el cuero cabelludo expulsara el pelo en un esfuerzo doloroso.

El resultado es obvio, ¿no? El resultado es decadente…es una perversión estética, ¿no?

“Yo creo que tú tienes una toxicidad y no es agresivo, es decir, no te vamos a poder mantener el tratamiento”.

Hoy el médico dijo que estaba yendo bien….puede que no vaya bien.

Si no va a bien, esto va a peor.

Entonces a la calvicie se le sumará estar demacrado, la pérdida del color, el estar exangüe, es decir, sin sangre, pálido, muy pálido, acercándose, acercándose cada vez más a la muerte.

Y si no es así, si la cosa va bien, pues entonces vuelve a crecer el pelo, vuelven a crecer las cejas, entonces con eso vuelve la vida, ¿no?

Es como una especie de primavera, vuelve a salir el pelo, salen las flores…y el momento del desenlace se retrasa.

Vivir es ir postergando el momento de la despedida, ¿no?…que solo se percibe cuando uno está cerca del final, cuando uno tiene años ya, ¿no?

Ya no soy un chico que se ha enfermado y se va a morir, no, yo ya soy un señor grande.

Como señor grande ya sé perfectamente lo terriblemente fugaz que es la vida.

Esa fugacidad contribuye a darle el sentido.

Nos estamos preguntando siempre qué sentido tiene esto, para qué estamos haciendo esto…para qué estamos en el mundo teniendo hijos, escribiendo libros, haciendo películas, operando gente para que no se muera o tarde más en morirse…

Bueno, el sentido de la continuidad….es la continuidad…y esto yo creo que es intuitivo, es una cuestión de especie.

Camille Paglia diría que es tónico, va pegado a la naturaleza…es lo telúrico…la especie tiende a perdurar, tiende a perpetuarse…

Y todos esos esfuerzos se hacen para que la especie se perpetúe.

¿De qué manera? Civilizándose.

Es decir, la naturaleza se defiende, en el caso humano, actuando en contra de la naturaleza, aunque parezca paradójico.

Cuando la vida era, dice Fox, en tiempos primitivos breve y brutal, ya había gente que estaba pensando.

En medio de ese horror que era la vida, realmente era un horror la vida, seguro que algún tipo se dio cuenta de que si después de comer, no solo bebía, sino que además hacía un buche y tiraba la porquería sobrante, no solo iba a tener mejor sabor en la boca, porque debió ser muy desagradable la cosa, ¿no?…sino que, sino que además los dientes le duraban más.

La continuidad humana es más difícil, es más difícil y se logra a base de trabajo intelectual.

Cuando encontró a Raquel Grein, Severo Arrieta ya era santo….tenía la cara y el cuerpo cubierta de cicatrices. Había en su pasado más peleas de las que hubiera sido capaz de recordar, en caso de haber querido evocarlas, pero no quería.

Aquellas cosas le habían pasado a otro hombre que no era el que estaba convencido de ser ahora.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *